En condiciones reales -descensos largos, bicicletas cargadas, e-bikes con riders corpulentos- no es raro superar los 300 °C en el disco. El verdadero problema aparece cuando ese calor no se disipa correctamente. El líquido de frenos, encerrado en un circuito hermético, empieza a acumular temperatura. Y si alcanza su punto de ebullición, aparece uno de los peores escenarios para cualquier ciclista: el temido vapor lock, que podríamos traducir como colapso por ebullición.
Esto significa pérdida total de potencia de frenado, y aparece en el peor momento, ¡Cuando se necesita frenar!
El fluido hidráulico es incompresible y permite transmitir la fuerza que se ejerce sobre la maneta de freno de forma directa hasta la pinza, sin pérdidas. Pero si el fluido hierve, deja de ser solo líquido: genera gas en forma de burbujas, y el gas sí se comprime. El resultado es una pérdida inmediata de eficacia: tacto esponjoso, potencia reducida o, en casos extremos, ausencia total de frenada.
El fenómeno del vapor lock no tiene nada que ver con una burbuja de aire aislada: aquí el líquido ha hervido en una efervescencia interna, llenando el aceite de miles de microburbujas repartidas por todo el circuito, provocando que, cuando queremos frenar, la presión se disipe comprimiendo gas en lugar de transmitir fuerza a la pinza.
El calor no solo genera burbujas: también acelera la degradación química del fluido.
• Los DOT, al ser higroscópicos, absorben humedad del aire. Cada ciclo térmico acelera su deterioro y reduce su punto de ebullición, retroalimentando el problema.
• Los aceites minerales pueden oxidarse, espesarse y generar sedimentos internos. Es ese aceite sucio, negro, que todos hemos visto alguna vez al purgar.
El resultado: un fluido contaminado, menos estable y potencialmente corrosivo.
Además, las microburbujas disueltas empeoran el tacto, obligan a purgas más frecuentes y pueden dañar juntas, válvulas o pistones, acortando la vida útil del sistema hidráulico.
El sobrecalentamiento también afecta a los componentes esenciales del sistema de frenado: disco y pastillas. Cuando se trabaja repetidamente fuera del rango térmico, el disco y las pastillas sufren consecuencias físicas y estructurales:
• En el disco de freno, las altas temperaturas pueden provocar alabeo o recocidos parciales. Las típicas zonas azuladas en el acero indican alteraciones metalúrgicas. El resultado son vibraciones, pérdida de regularidad en la frenada o ruidos por roce intermitente.
• En las pastillas, el sobrecalentamiento puede cristalizar el compuesto de fricción. Una pastilla cristalizada pierde adherencia, se vuelve más dura, genera ruidos y reduce drásticamente su capacidad de frenado, a la par que envejerá prematuramente el disco
El sobrecalentamiento no es un incidente puntual: es el inicio de un proceso de degradación en cadena que afecta a todo el sistema de frenado.
Primero llega la pérdida de eficacia, después el deterioro del fluido, la cristalización de las pastillas, las deformaciones del disco, las purgas constantes… y, finalmente, la pérdida de confianza en el sistema, incluso en el taller ¡por injusto que sea!.
Es un círculo vicioso, donde cada fallo térmico genera condiciones para que el siguiente llegue antes… y sea peor. La temperatura acumulada no se disipa: se cobra factura. Por eso, en frenos de alto rendimiento, la gestión térmica ya no es opcional: es fundamental. Y la innovación no puede limitarse a buscar más potencia: tiene que empezar por evitar el sobrecalentamiento.
La pastilla Brakco BPH® AirPad Graphene nace con un objetivo claro: reducir la temperatura en el punto más crítico del sistema, justo donde el calor se genera y se transmite hacia el interior de la pinza. Para ello, combina tres innovaciones clave:
• Hollow Backplate: una estructura interna (patentada) con cámara de aire aislante entre el frontal y la parte trasera de la pastilla, que bloquea la transmisión térmica directa desde el compuesto de freno hacia los pistones y el fluido hidráulico.
• Panel disipante: una geometría en panel hexagonal que multiplica la superficie de disipación, optimiza la ventilación y acelera la evacuación del calor.
• Revestimiento de alta conductividad térmica: el grafeno tiene un coeficiente de conductividad 150 veces superior al del acero -es el material más conductor conocido-.
Los test internos de Brakco muestran una reducción de hasta 90 °C en el disco en situaciones de uso extremo (60 km/h, 60 segundos, 20 N). Un avance técnico que marca la diferencia, trazando la frontera entre un sistema fiable y otro al borde del colapso térmico, que se degradará prematuramente, comprometiendo todos los componentes y acortando su vida útil.
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