EDITORIAL

Transformación

Albert Puyuelo04/08/2025

“Lo que está en marcha, seguramente, es un proceso más profundo y duradero, donde la bicicleta busca su lugar en la movilidad sostenible y la economía global.”

Editorial publicada en el Tradebike 99.

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Como cada año, la feria Eurobike sirve como termómetro de la situación de todo el sector de la bicicleta. Pese a la ausencia de grandes marcas y a una afluencia menor respecto a años anteriores, la feria mantuvo su relevancia como espacio de encuentro y reflexión sectorial. Lejos del ruido comercial de otros tiempos, se respiró un ambiente más concentrado, más serio, y menos espectacular. ¿Deberíamos entender la caída de visitantes y reducción de pabellones como síntoma de debilidad? ¿O como señal de madurez donde la industria busca conversar, adaptarse y proyectarse…?

Aunque muchos aún esperan el regreso de una demanda como la del 2021 o el rebote de un mercado ciclista idealizado, la realidad actual muestra una industria que ha cambiado de forma, que está reorganizando sus prioridades y ensayando nuevos relatos. No se trata de una travesía por el desierto entre dos etapas de bonanza. Sinceramente, ojalá venga otro boom del bike, pero se ve complicado un rebrote así. Lo que está en marcha, seguramente, es un proceso más profundo y duradero, donde la bicicleta busca su lugar en la movilidad sostenible y la economía global.

El sector de la bicicleta no atraviesa una recuperación, sino una transformación. Los nuevos modelos de inversión han dejado claro que se necesita adaptar no solo sus productos, sino también sus estructuras financieras. La bicicleta sigue siendo el núcleo, pero ya no está sola. La convivencia con otras formas de movilidad, el auge de los vehículos intermedios y la aparición de nuevos actores —muchos de ellos tecnológicos— están reconfigurando el terreno de juego. La anunciada separación entre Eurobike y Mobifuture para 2026 simboliza esa bifurcación: deporte y movilidad urbana tomarán caminos paralelos, pero con lenguajes propios y estrategias diferenciadas.

Todos estos cambios también se manifiestan en los datos de mercado. En España, por ejemplo, las ventas siguen siendo discretas. Sin embargo, tal y como podemos ver en el Clima Empresarial que publicamos en este número, los fabricantes muestran una percepción interna más positiva y mantienen expectativas optimistas a medio plazo. Esta aparente contradicción entre cifras y ánimo empresarial sugiere una estructura más robusta. Muchos están buscando, porque no hay más remedio, crear un modelo de negocio más resistente.

A nivel internacional, la imagen es igualmente ambivalente. Las exportaciones de e-bikes desde Taiwán, por ejemplo, han caído un 18 % en el segundo trimestre, reflejo de un mercado global que aún no encuentra su nueva estabilidad. Al mismo tiempo, compañías como Pierer Mobility abandonan el segmento de la bicicleta, mientras otras intentan consolidar su posicionamiento o liberar stock acumulado a costa de márgenes reducidos. Y todo esto está ocurriendo en un contexto muy inestable: no olvidemos la penosa guerra de aranceles promovida por Donald Trump. Es difícil planificar a largo plazo si aparecen escollos de este tipo.

En este contexto, la industria ciclista europea avanza hacia una mayor integración institucional. La fusión anunciada entre CONEBI y CIE es una muestra clara de la voluntad de hablar con una sola voz frente a Bruselas, buscando no solo defender intereses comunes, sino también construir un relato de impacto político y económico. La bicicleta aspira a ser reconocida como parte esencial del futuro de Europa: no solo como producto, sino como herramienta de transformación urbana, social y ambiental.

Todo indica que la etapa actual no debe leerse en clave de crisis o de recuperación pendiente, sino como un proceso activo de redefinición. El sector ya no se mide solo por unidades vendidas, sino por su capacidad de adaptarse a nuevos tiempos, nuevos consumidores y nuevas demandas sociales. Se aleja del modelo de crecimiento acelerado basado en el consumo compulsivo y se orienta, poco a poco, hacia una visión más estratégica, sostenible e integrada.

El momento es complejo, sí, pero no terminal. La bicicleta está dejando atrás su imagen de producto nicho o alternativo para ocupar, con naturalidad, su lugar como pieza clave del transporte y el bienestar urbano. Lo hace en medio de tensiones y muchos reajustes, pero también con una convicción cada vez más compartida: no volverá a ser lo que fue, y eso no tiene por qué ser negativo.

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