Imagen de Taipei Cycle 2025.
Tras una primera mitad de año en la que hemos podido asistir a ferias como Eurobike, Taipei Cycle o Prodays, ya tenemos un diagnóstico de como se encuentran las ferias bikes en la actualidad. Todavía queda por ver Sea Otter Europe o IBF, por ejemplo, pero tenemos claro que el sector de las ferias de ciclismo vive un momento de transformación acelerada. La pandemia, los cambios en los hábitos de consumo y las nuevas exigencias de las marcas y profesionales han obligado a los organizadores a redefinir sus formatos. Hoy, la cuestión ya no es simplemente organizar un evento anual, sino construir plataformas que generen valor de forma continua, combinando lo físico con lo digital y situando las relaciones en el centro de la estrategia.
Sin embargo, también está habiendo bajas muy sensibles. En muchas de las ferias que acabamos de mencionar, se echaron de menos a grandes marcas internacionales en sus recientes ediciones. Y, hablando de bajas, este año fue el de la despedida de Festibike tras 25 ediciones como una de las ferias más importantes de España. En paralelo, otros organizadores están respondiendo a la creciente – y evidente - preocupación por los costes. La reducción de días de exposición, la creación de paquetes todo incluido y los sistemas de invitación directa para minoristas buscan rebajar las barreras de acceso y reactivar el contacto presencial sin añadir cargas económicas.
La tendencia dominante apunta hacia ferias más compactas, con una clara zonificación y una clara distinción entre el enfoque estrictamente B2B y el que va dirigido al gran público. El objetivo es ofrecer espacios de negocio más rentables y especializados, donde la eficiencia en el contacto entre marcas y distribuidores prime sobre la magnitud del evento.
Además, muchas ferias se han diversificado y han creado áreas específicas como la movilidad ligera con proyectos paralelos. Es algo que Eurobike hará en 2026 y que Sea Otter Europe ya lleva unos años realizando.
Desde Sea Otter Europe se pone de manifiesto la fuerza de los formatos híbridos, donde el dinamismo de la competición y la presencia de usuarios conviven con el espacio profesional. El crecimiento sostenido en superficie, marcas y participantes confirma que este modelo, centrado en la experiencia directa y en la interacción múltiple, se ha convertido en un atractivo clave para los profesionales. El valor ya no reside solo en la exhibición de producto, sino en generar razones estratégicas para asistir: pruebas de producto, acceso a contenidos exclusivos, encuentros verticales y un fuerte componente relacional.
Por otro lado, hay muchas ferias que funcionan por mantener la esencia local, al tiempo que se abren las puertas a una participación internacional creciente. Es el caso, por ejemplo, de cómo funciona Prodays, que es una feria mucho más enfocada al profesional.
La cuestión es si los pasillos de las ferias seguirán llenándose. Por ahora, la sensación es que están ligeramente más vacíos que hace unos años. Las bicicletas y los productos relacionados se viven con la misma pasión, pero también hay sensación de hastío. Cuesta encontrar marcas que lleguen a una feria con su producto más nuevo y hagan una presentación por todo lo alto. Tampoco hay grandes fiestas. El sector sabe que no está en un momento para tirar cohetes. Se hace networking, aparecen nuevas marcas y siempre acabamos descubriendo grandes innovaciones en cada feria. Pero cuesta.
Seguramente, el éxito de las ferias depende de la capacidad del sector para mostrarse unido. La bicicleta es un ecosistema interdependiente: sin marcas no hay producto, sin distribuidores no hay ventas y sin fabricantes no hay innovación. Las ferias, en este contexto, se convierten en escenarios imprescindibles para reforzar la colaboración y construir un futuro común más sólido.
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